12 marzo 2013

El decano de los centenarios

Estuve a punto de deshacerme de la edición inglesa del Arab News esta mañana, cuando una breve noticia de última página, e insignificante en apariencia, atrajo de golpe mi atención. Se trataba del fallecimiento de Mohammed bin Zarei, un anciano tan anciano que parece que el resto del mundo ya se había olvidado que existía. Zarei habría muerto “de viejo”, en el hospital de un pequeño pueblito del sur del Reino Saudita, dejando atrás a ciento ochenta hijos, nietos y bisnietos. El viejo había tenido diez esposas y hace cuatro años había comentado que se hallaba buscando una nueva, ya que las que tuvo habían fallecido…

Empero, la noticia de que el “edecán de los centenarios” había pasado a mejor vida (nunca mejor dicho) a la edad de ciento cincuenta y cuatro años, la hubiera pasado por alto, si no fuese porque -asimismo- hace tan solo pocos días, habría también leído, en algún otro medio, acerca del récord establecido por otro anciano centenario, en este caso un japonés, que había cumplido la increíble cifra de ciento quince años… Esta ultima noticia, comparada con la del obituario del casi dos veces octogenario abuelo saudí, resultaba la de “un niño en pañales” (de nuevo, nunca mejor dicho) pues este bin Zarei ya hubiera sido un hombre de cuarenta cuando el japonés se hubiera encontrado ensayando sus primeros pasos.

No contento pues con la veracidad de la última información, he tratado de cerciorarme de su contenido en base a datos que pudiesen ser más fehacientes. Así es como he encontrado que hacia fines del año pasado Jiroemon Kimura, de ciento quince años de edad, había pasado a convertirse en el longevo varón más viejo que jamás hubiese existido -desde cuando existen estos registros-; ya que se reconoce que la persona más vieja habría sido una señora francesa que murió hace solo tres lustros a la inaguantable edad de ciento veintidós!

Kimura-san, que según informaciones de prensa es todavía un hombre sano, se encuentra aún “vivito”, aunque ya no “coleando”. Él es conocido como un hombre serio y muy disciplinado, sus padres habrían sido agricultores; y hay quienes sugieren que su longevidad se deriva, en parte, de su sencilla dieta, de la que no están exentos los productos marinos que regalan las aguas del mar del Japón.

Con un poco de paciencia podemos encontrar que entre los más conspicuos longevos de la historia también consta un “crédito nacional”; se trata de la ecuatoriana María Esther de Capovilla, una abuela nacida en 1889 y fallecida en el 2006 a la edad de 116 añitos! Probablemente haya sido una residente de Vilcabamba, una comarca lojana famosa por sus ancianos centenarios. Esto, sin embargo, no significaría nada comparado con Matusalén, el personaje bíblico, que de acuerdo con las escrituras habría muerto una semana antes del diluvio y llegado a la dudosa como cuestionable edad de 969 años! (quizá equivocaron un decimal).

A veces me pregunto si la seducción que sentimos por estos insólitos guarismos es solo parte de nuestro prurito por encontrar hechos y datos superlativos que se pudiesen considerar sorprendentes; o si, además, puede ser parte de esa curiosa vena que tienen los regionalismos y nacionalismos, la misma que nos invita a vanagloriarnos de lo que nuestros vecinos o coterráneos poseen…

Es importante advertir que esto de la edad -la verdadera- debe ser una cifra susceptible de poder verificarse; no puede ser un dato antojadizo ni caprichoso. Es válida la aclaración pues con frecuencia se encuentran personas que deciden aumentarse en forma “oficial” los años por conveniencia o para acomodar una determinada situación. Claro que de lo opuesto también se encuentra… yo mismo conozco de un colega que un buen día asomó con un nuevo documento de identidad, el mismo que “probaba” que era cinco años más joven! Resulta que ahora tenía cuarenta y ocho, cuando sólo tres años atrás nos había invitado a su fiesta de medio centenario! Cosas que se hacen con tal de prolongar la edad de retiro…

Riyadh, 12 de marzo de 2013
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