19 marzo 2013

Entre rumanos y autopistas

Llego a Brujas, la capital flamenca, con los estertores de la noche. No puedo dejar de pensar en ese capricho antojadizo que traduce, en forma arbitraria, el nombre de las ciudades. Así se convierte a Brugge, no sin cierta travesura, en un término hechicero aunque ominoso. Hemos concluido un largo viaje a través de la noche; el vuelo se inició en Houston, Texas, y luego de sobrevolar gran parte de América del Norte; y, también de dejar atrás a Gander, en el Labrador, hemos utilizado una de las rutas asignadas para el cruce vespertino del Atlántico Norte. No se ha cumplido el pronóstico de ráfagas ventosas y el cielo ha estado tan despejado que hemos identificado el aeropuerto aun antes de haber volado sobre Londres.

Afuera del terminal me espera una cómoda limosina que ha dispuesto la empresa para mi transporte posterior a Frankfurt. Sospecho que ha de convertirse en un viaje prolongado, sobre todo por la congestión que inevitablemente se produce en “el anillo circular” de las afueras de Bruselas. El conductor es un rumano que se ha hecho acompañar por un colega y que trata de espabilarse en la madrugada a base de esa bebida que contiene altas dosis de cafeína y que laman “Red Bull”.

Mientras iniciamos con lentitud el nuevo viaje, no hago sino cavilar en esa suerte de poder omnímodo e irrebatible que en las aerolíneas poseen aquellas personas encargadas de programar las rotaciones y los itinerarios de los pilotos. Es que no logro entender la razón que tengo para ir a tomar un vuelo como pasajero, hasta Arabia -que saldrá luego de dos días-, cuando podía haber continuado como supernumerario en el mismo que entregué en el anterior aeropuerto de llegada… Acepto, sin embargo, la disposición con buen talante; sé que será un recorrido por vía terrestre que todavía no he tenido oportunidad de realizar por Europa.

La impresión del paisaje inicial es la de una planicie feraz e interminable. Pronto pasamos hacia el sur de Aquisgrán (otro capricho que rebautiza a Aachen). Más tarde, y desde la autopista, puede apreciarse la sugerente y definida silueta de la sorprendente Köln (Colonia). Es cuando, mientras observo esas nubes artificiales asombrosas que van creando los reactores nucleares, que me pongo a meditar en un reciente editorial periodístico que insinúa que la gran obra que todavía puede emprender el gobierno nacional, es la de una autopista entre Quito y Guayaquil, que satisfaga, a la vez, los sueños de integración de García Moreno y Eloy Alfaro.

Sin entrar a considerar los altos costos que estarían involucrados en esta obra tan trascendente como monumental, no parece necesario recabar en la bondad evidente de sus consecuentes beneficios y en su indiscutible conveniencia. En el aspecto de las consideraciones físicas, la vía consistiría en un viaducto de alta velocidad que podría tener una distancia aproximada de trescientos kilómetros. En términos de tiempo, querría decir que podrían comunicarse por tierra, ambas ciudades, en un increíble como abreviado tiempo, nunca superior a tres horas!

De vuelta a mi viaje, hacia la mitad, el paisaje cambia. Ahora la nieve ha dejado su impronta en los parajes. Poco a poco la campiña se hace más ondulada y sinuosa. De súbito, la inmensidad de los sembríos anteriores, ha dado paso a renovados bosques de abetos y abedules que abarcan el horizonte. El panorama boscoso se interrumpe con formidables conjuntos fabriles; pero sobre todo, con pequeños pueblos pintorescos y con ciudades nada insignificantes que coronan su perfil con primorosos castillos o con soberbias iglesias que dan identidad a su imagen.

Seis horas después de haber salido de Brujas, llegamos a Frankfurt. Los rumanos no han dejado de parlotear en forma incansable. Han hablado, en su inagotable palique, en una lengua que se supone latina. Mas, con la excepción de todas esas palabras que -por virtud de la globalización y la tecnología- se han convertido ya en internacionales, no logro identificar a ninguna de sus voces. Escucho, eso sí, términos como internet y telefon; y aun palabras como autobús y tractor. Intuyo que son voces que también se utilizan en su idioma. Entonces escucho una que se ha ganado uso universal; es una voz dulce y seductora: la palabra chocolate…

Neu - Isenburg, Alemania, 19 de marzo de 2013
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