22 marzo 2013

Para volverse loco…

Leo en USA TODAY, el periódico americano, acerca del alarmante escalamiento que súbitamente ha cobrado la atroz enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia similares. El estudio advierte que la cantidad de afectados casi habrá de triplicarse hasta mediados del siglo y que hoy en día, solo en Estados Unidos, uno de cada tres ancianos muere “con” alguna forma de demencia. He entrecomillado “con”, pues es importante aclarar que todos esos fallecimientos no necesariamente se produjeron por causa “de” la espantosa enfermedad.

Produce alarma y estremecimiento conocer que en tan solo diez años la pavorosa enfermedad ha aumentado un 68 %, de acuerdo a uno de los grupos de defensa, encargados de mantener activa la conciencia respecto al Alzheimer. Esto es preocupante, sobre todo porque el progreso de otras formas de enfermedad -como el infarto, el ataque cerebral y el HIV/SIDA- en cambio se ha reducido notablemente. Hoy se considera que la demencia senil es el segundo factor contribuyente de mortandad, luego de las enfermedades coronarias.

La demencia es una enfermedad muy cruel y triste. Lo más grave es que consiste en una forma de padecimiento progresivo. Hasta aquí la ciencia no ha logrado detener su avance y, mucho menos, reconocer sus causas. No existe todavía, en la ciencia médica, ningún método para prevenir, detener o desacelerar los síntomas de la dolencia. Es más, y de acuerdo con el interesante estudio, una vez que estos síntomas se presentan es ya demasiado tarde. Las perturbaciones incluyen la alteración y pérdida de la memoria, la inhabilidad para planificar o para resolver problemas y el deterioro de la racionalidad. Más preocupante aún, si se entiende que las manifestaciones se presentan hasta veinte años antes de su diagnóstico.

Los resultados son sorprendentes y generan pánico. Y aunque el Alzheimer es todavía la sexta enfermedad con incidencia fatal en ese país norteamericano, es la única, hasta aquí, que no ha encontrado una vía o mecanismo efectivo para poder luchar contra su incidencia y propagación.

¿Siempre hubo demencia? Es probable que sí; pero solo en forma reciente se ha empezado a crear conciencia de la incidencia de la enfermedad. Es parecido a lo que sucedía hasta hace pocas décadas con el cáncer, cuando otros achaques incurables se los endilgaba finalmente a esa enfermedad. Además, se crea una enorme distorsión con el hecho de que muchos ancianos registran otros motivos como causa de muerte, cuando ya padecían indicios de la otra enfermedad.

A menudo se piensa que la demencia senil debe considerarse como una forma de locura, lo cual no es realmente exacto. Puede decirse que las locuras y otros trastornos mentales son formas de demencia, pero no precisamente que este tipo de demencia consista en una manifestación esquizofrénica. De todos modos, es lamentable ese carácter peyorativo con que se mira a esta forma de demencia, sin considerar que la temible dolencia nos espera a un gran porcentaje de los que hoy no percibimos sus efectos; o que, sin imaginárnoslo, ya la padecemos…

Va a hacer falta una vigorosa y continua campaña para enfrentarse con el Alzheimer y para insistir en las investigaciones que requiere la enfermedad. Lamentablemente, los estudios que se demandan exigen ingentes gastos y enormes procesos de financiamiento. Por ahora, las proyecciones no son alentadoras. Realmente, es para volverse loco!

Hong Kong, marzo 22 de 2013
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