20 marzo 2013

La lista de los sueños

En días pasados hice una entrada un tanto atípica; ella se alejaba un tanto del formato que, hasta aquí, he tratado de mantener -era bastante larga y no estaba separada en párrafos independientes-. Se trataba de una lista de lugares, vistas, experiencias y circunstancias que, yo me imagino, el autor trataba de compendiar como imágenes que él más tarde ha de extrañar, cuando cruce aquél umbral que constituye el retiro definitivo como piloto. Luego de considerar la posibilidad de reeditarlo, decidí conservar y mantener su unidad. Me pareció sorprendente que gran parte de ese inventario, parecía un catálogo de las que habían sido mis propias experiencias en el ejercicio de este formidable oficio…

Ese es un balance que debo efectuar sin antes armarme de la más sincera de las modestias. Creo interpretar que el autor, que es anónimo, se debe haber iniciado como piloto militar y haber sido parte, él mismo, de una de las más reconocidas aerolíneas asiáticas que efectúan vuelos transoceánicos. Tengo que reconocer una curiosidad: el repertorio me recuerda una película americana protagonizada por Jack Nicholson y Morgan Freeman que, con el título de “The bucket list”, hace relación al catálogo de experiencias que se proponen en cumplir un par de amigos desahuciados antes de “estirar la pata” (en inglés, “to kick the bucket”).

Fue así como, aun a riesgo de que ese enorme padrón se convierta en la minuta de un exhaustivo testamento, decidí traducir y transmitir aquella nota. Como en cualquier actividad que tengamos, o cualquier situación que hayamos vivido en nuestra propia existencia, siempre habrá un listado de recuerdos preferenciales o de esos asuntos que creemos que todavía la vida nos ha de dar la oportunidad de probar, cuando llegue el momento…

“Kick the bucket” (patear el balde)… Qué expresión tan simple y, a la vez, cuán elocuente! No siempre caemos en cuenta que, la mayoría de veces, esas listas de asuntos, viajes y satisfacciones que queremos cumplir, las ponemos en un inventario que termina descartado en el balde de la basura, sea porque ya nos hemos olvidado de soñar o porque nos hemos dejado vencer por esa dama complaciente llamada “procrastinación”. Si bien se ve, procrastinar es un verbo difícil de conjugar, pero también es muy arduo sustraerse a su pernicioso influjo: dejarlo para mañana!

Pero… qué hacer si, como yo mismo indico, todo eso ya lo hemos visto, conocido o experimentado? Hacer una nueva lista, sugiero yo. Y ¿no es eso acaso pecar de inconforme o correr el riego de ser visto como alguien imposible de satisfacer o como poseedor de un exceso de ambición? Creo, por el contrario, que no; creo que solo se vive con plenitud la vida, en la medida que sepamos renovar y replantear, en forma cotidiana, nuevas y cada vez más frescas ilusiones. Entonces, solo ahí, mezclando esos sueños con las nuevas memorias que al cumplirlos se generan, es que estaremos en condición de dejarnos llevar por esa sensación tan exultante de realización que otros llaman “felicidad”.

Hubo un tiempo en que mis proyectos, y los garabatos de mis ensoñaciones y planes, fueron a dar en forma indefectible en el tacho de lo inservible, en el balde de la basura. ¿Quiero decir con esto, que ahora ya soy feliz? No, de ninguna manera! Sólo insinúo que produce una enorme satisfacción eso de proponerse y luego conseguir una meta. No importa si estamos convencidos que la felicidad es esquiva o que no existe. Siempre he de estar persuadido que bien valió la pena “hacer aquella lista personal” y tratar...

La vida, bien vale la pena de ser vivida!

Neu - Isenburg, Alemania, marzo 20 de 2013
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