18 marzo 2013

La patria y el león

Mi hotel en Bruselas está ubicado a pocos pasos de la Plaza de los Mártires. Me he enterado que antes de la independencia -es decir a principios del siglo XIX- se conocía al lugar como Plaza de San Miguel. Nada hay de espectacular en el sitio; es más bien una placita sencilla que tiene un carácter importante para los belgas, pues allí se destaca un monumento que se yergue sobre un mausoleo donde se encuentran enterrados los mártires del mencionado acontecimiento cívico.

En estos mismos días la plaza se encuentra muy poco transitada. Los adoquines del piso han sido levantados y todo el entorno luce como cualquier lugar cuando está sujeto a tareas de restauración. El viajero, sin embargo, tiene todavía acceso al pretil que rodea a la sugestiva estatua. Consiste, su conjunto, en la figura pétrea de una mujer -simboliza a la Patria- que viste la túnica tradicional y que porta un documento en el que se ha inscrito el año de aquella gesta libertaria; completa la composición un dócil león que, con gesto manso y sumiso, protege a la dama, como que no haría ningún esfuerzo en escoltarla.

Pero hay dos cosas que el observador avisado encuentra como que no calzan: la primera es una breve leyenda –realmente una sola palabra- que han colocado en una lápida en la parte frontal del monumento, con la inscripción de “Patria”; y la segunda es que el tamaño de la mujer, comparado con la figura del león, no tiene la proporción adecuada. Es comprensible que, para destacar la alegoría de la imagen, se haya representado a la mujer con unas dimensiones exageradas; pero sorprende que el título impreso en la placa no se haya inscrito ni en francés, ni en flamenco. La palabra es latina e idéntica a la castellana; y eso proclama: Patria.

Lo acontecido en un país vecino en los últimos días me ha hecho meditar con frecuencia en el sentido de la palabra “Patria” que, como bien se ve, ya no parece representar el significado que originalmente tuvo -la tierra paterna o el lugar de los antepasados, donde se encuentran nuestro origen y nuestras raíces-, sino como algo excluyente, algo que solo pertenece a unos pocos, algo susceptible de reclamación para ser aprovechado y lucrado por los que antes no lo habían disfrutado… En nuestro mismo país el lema tiene un sentido contradictorio: si bien la proclama decreta que “la Patria ya es de todos”, lo que realmente implica es que “la Patria ya es solo de los que ahora gobiernan, y ya no de los otros”…

Lo que sucede es que quienes están llamados a escoltar a esa sagrada entelequia, han creído interpretar que están allí para medrar de ella y no ya para custodiarla. Si bien se mira, no es suficiente el simbolismo de representar a la patria como una mujer más grande de lo que es en la realidad. Es tan grande la voracidad de algunos que fungen como sus custodios, que sin importar el tamaño de cómo se la represente, este nunca bastaría para expresar su majestad e importancia. Los “leones” que se han dispuesto a protegerla, solo están ahí para asegurarse que nadie les dispute aquellas prebendas que ellos interpretan que supone la mal comprendida tarea de servirla con dignidad, celo, desinterés y prestancia.

Qué refrescante es oír aquella tonada de Rubén Blades, que expresa que la Patria es un sentimiento, cuando responde a la sencilla pregunta de “qué es Patria”:

Son las paredes de un barrio; es su esperanza morena;
es lo que lleva en el alma todo aquel cuando se aleja;
son los mártires que gritan: bandera, bandera, bandera, bandera!


Sí, porque como dice la misma canción: Patria… son tantas cosas bellas!

Brujas, marzo 18 de 2013
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