05 marzo 2013

Todos llevan algo…

Comento con frecuencia algo que alguna vez aprendí en esos periplos hacia tierras incógnitas en que se convierten nuestras lecturas erráticas; me refiero a la distinta percepción que del pasado tenían los antiguos griegos, aquello de que el pretérito no estaba a nuestras espaldas, sino que -por el contrario- era algo que quedaba frente a nosotros, porque estábamos en capacidad de contemplarlo y poderlo revisar; al contrario del futuro, que realmente quedaba a nuestras espaldas porque siendo desconocido todavía, no lo podíamos aún observar…

Cuando soñamos por las noches, a menudo nos sorprende cómo el capricho de nuestra imaginación va mezclando personajes y acontecimientos que nada tienen que ver, los unos con los otros, en la vida real. Sin embargo, esa precisamente parece ser la característica antojadiza y voluntariosa que tiene el destino que va combinando en nuestra vida una serie de episodios que nunca imaginamos que pudieran realizarse en la realidad (con perdón del pleonasmo).

Pero este capricho, que yo llamo antojadizo, no solamente sucede en nuestros involuntarios episodios nocturnos. Con frecuencia caigo en cuenta que, por mucho que pongamos cuidado en lo que queremos decir, a veces terminamos por decir cosas, o por pronunciar expresiones, que no son exactamente las que hubiésemos preferido. Me ha sucedido lo que comento hace pocos días, cuando accedí a conceder una entrevista personal; y, al meditar en las respuestas que dí en forma bastante espontánea, he pensado -más que en lo que hubiese querido responder- en lo que creo que realmente quise decir de verdad…

Lo insólito de todo esto no está en que cada cual interprete lo que escucha a su manera, sino en los inesperados meandros y vericuetos en los que nos mete nuestra propia lengua, animada como está por ese susurrador permanente y nunca invitado que es nuestra propia memoria. El resultado es impredecible y desborda la imaginación. Como en la milonga interpretada por Osvaldo Pugliese, y ahora popularizada por Otros Aires, apellidada “Un baile a beneficio”, o mejor conocida como “La podrida”, en la vida… todos terminan llevándose algo!

“Pronto se armó la podrida: piñas, trompadas, tortazos...

Santillán tiró un balazo con un chumbo que traía.

Toda la gente corría, quedó la casa pelada;

pa’ terminar la velada yo me chorié un bandoneón,

un piloto Pantaleón, y el Loco la jeta hinchada.”

Nótese que se usa “piloto” en el sentido de impermeable o gabardina. A ese respecto, es bueno recordar la acepción adicional que nos regala el diccionario de la palabra “piloto”, un sentido proveniente del germánico: “Ladrón que va delante de otros, guiándolos para hacer el hurto”…

Como quedó dicho antes, nunca se sabe lo que a uno le espera a la vuelta de la esquina; o, como dicen por ahí, que “por dónde menos se espera salta la liebre”. O si no, como sentencia la letra de la misma milonga, que nunca se sabe si uno ha de llevar también “la jeta hinchada”.

Justo como en nuestros desordenados sueños; digo yo…

Jeddah, 4 de marzo de 2013
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario