07 octubre 2013

Bahía de los Rechazos

* Publicado en la revista Summer / EC
   Edición Octubre - Noviembre de 2013

Abandonado el socavón, el enorme vehículo raudo se adentra en un sendero cimbreante donde una naturaleza voraz cede sus obcecados y mezquinos espacios a la proximidad de los enjutos edificios. Es un tránsito desquiciado avecinado al filo inminente del barranco, donde la alquitranada serpentina del asfalto parece colgarse de la traviesa montaña para ofrecer un paisaje insospechado, provocado por la excitación y enardecido por el vértigo.

Nadie sabe por qué le llaman así ni a qué debe aquel paradójico título. Y, cuando pregunto, observo que nadie conoce la historia detrás del nombre. Nadie atina a contestarme… Repulse Bay: Bahía de la Repulsión, Bahía Repulsiva, Bahía de los Rechazos… Vaya un nombre para un paraje cuyos farallones invitan al suicidio y cuyo panorama es una romanza a la vida, una alegoría que brinda exultación, una propuesta para el goce y la ilusión en travieso y feliz maridaje. Con un paisaje así, quién pudo insinuar con un nombre una apelación que sugiera algo repugnante?

Es Repulse Bay el callado secreto de ese poema a la aglomeración que la gente de Cantón diera en llamar Hong Kong; y que más tarde, los británicos contribuyeran a edificarlo como aquel enclave contradictorio y formidable. El viajero que llega a aquella rara mezcla de naturaleza y atropellada construcción, que es la singular metrópoli, no pudiera sospechar que hacia el meridión de la isla pudiese existir un paraje que no tiene qué envidiar a la impresión que provocan las islas griegas, las inexploradas costas adriáticas o los desfiladeros sugerentes de Amalfi.

Un corredor subterráneo lo vincula a la zona más tradicional y reconocida de la urbe; aquella que vista desde la península de Kowloon, provoca esa impresión majestuosa e imborrable. Cómo imaginar que, con solo adentrarse en aquella estrecha galería, pueda aquella misma tierra ofrecer un paraje que oblitera la aversión que sugiere su nombre, una cláusula tan apacible que, con su argentino espejo, incita al disfrute con su visual derroche. Bahía de los Rechazos, Cañada de la Aversión. Despeñadero inimitable!
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