08 octubre 2013

Los caminos de la obcecación

Confirmo con una nota de prensa un insistente rumor que he venido escuchando desde hace unas pocas semanas: la posibilidad de que la vía Collas – Tababela vaya a enfrentar un encarecimiento de ochenta millones de dólares en el costo que fuera originalmente presupuestada. Efectivamente, dicho incremento en el precio de construcción de la mencionada ruta se debería a que no se habrían realizado ciertas consideraciones técnicas elementales como la naturaleza del terreno y la presencia de una falla geológica en el sector donde se efectúa la obra.

La noticia nos llena de asombro e incredulidad pues en su oportunidad se habían desechado otras dos alternativas que a simple vista parecían más convenientes para la comunicación con el nuevo aeropuerto, aunque ciertamente parecían más costosas. La opción de construir la vía de Collas recibió un trato preferencial en su realización porque “en el papel” aparecía como más barata y más corta, y -ante todo- como la más fácil y rápida de construir. Sin embargo, por lo que ahora se conoce, esta obra ni siquiera estaría terminada para cuando se había previsto, debido a los problemas de carácter técnico que ha enfrentado su construcción.

Hay quienes argüirán que “solo” se trata de ochenta millones; mas, cuando el presupuesto original era de ciento diez millones de dólares, el nuevo precio (190 millones) viene casi a duplicar el costo inicialmente acordado… Esto es harto preocupante, no solo por la enorme diferencia con el nuevo valor, sino ante todo porque lo que fue la primera alternativa (la vía Gualo – Aeropuerto) tenía un costo que se habría presupuestado en ciento veinte millones de dólares. Dicha alternativa incluía la realización de tres puentes y hubiese proporcionado una vía más directa y con menos (o ninguna) congestión hacia el nuevo aeropuerto.

Resulta, por lo mismo, incomprensible que se haya actuado con tanta testarudez y no se haya procedido a licitar una carretera que no solo pudo haber costado mucho menos, sino que hubiese proporcionado una vía más expedita y que habría aliviado la congestión que experimenta la única vía que hoy puede ser utilizada: el sinuoso camino que conduce a Cumbayá y Tumbaco; y ahora, por medio de estas dos poblaciones, al nuevo aeropuerto de Tababela.

Cierto es que la llamada ruta VIVA se encuentra en pleno proceso -y en estado bastante avanzado- de construcción, pero esta no hará sino proveer de un elemento de descongestión a la que hoy sirve a las poblaciones antes mencionadas. El punto central es que Quito necesita todavía -a más de esa ruta en construcción- de una vía de enlace rápido y directo con el nuevo aeropuerto. En este sentido la vía de Gualo es y sigue siendo una prioritaria necesidad.

Esto se debe a que el tránsito medular de pasajeros que van y vienen de Tababela se origina en un segmento de clase media que vive, y se desplaza, principalmente desde el centro norte de la ciudad. En este sentido, la ruta de Collas puede ser una alternativa para un cierto sector de tránsito pesado, pero solo serviría para la movilización de los barrios que están situados hacia el norte del antiguo aeropuerto. Lamentablemente, esos barrios -en su inmensa mayoría- representan a un segmento socio-económico que no utiliza de manera mayoritaria el nuevo aeropuerto. Tampoco se estima probable que quienes residen o se movilizan desde los barrios ubicados en el sector centro-norte estén tentados a utilizar aquella ruta pues les apartaría de su más lógico recorrido.

No resulta comprensible por qué se dio prioridad a una vía -como la de Collas- que no ofrecía la mejor alternativa de movilidad para las reales necesidades de la urbe. Sin embargo, resulta perentorio que se reactive la iniciativa de promover la construcción de la ruta directa -vía Gualo- pues tendría un costo factible de ser adecuadamente financiado y produciría el más apropiado y eficiente método de movilización entre el nuevo aeropuerto y el sector más productivo de la ciudad.

Quito
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