22 octubre 2013

Tenaz! O sea, digamos…

En estos precisos días se está celebrando en Panamá el VI Congreso Internacional de la Lengua Española. Allí, con la presencia de importantes personalidades y de destacados escritores de habla hispana (o, si se prefiere, castellana), se están dando cita una serie de expertos y académicos para hablar de nuestro idioma. Este encuentro de carácter semi-ecuménico será, a su manera, una oportunidad para celebrar los quinientos años del descubrimiento del Mar del Sur, por Núñez de Balboa.

Con esta ocasión, el diario El País de España, ha invitado a una serie de conocidos escritores (no muy conocidos, en algunos casos) para que, en representación de los países de los que proceden, propongan una sola palabra que, en su criterio, se destacaría en el habla de donde se originan. Dicha palabra, de acuerdo con lo que parecería ser la intención, no solo que sobresaldría por su manejo y frecuente utilización, sino que además exhibiría un tratamiento casi exclusivo en relación con los países vecinos. Palabras como pinche, cipote, vaina, boludo o huachafo constarían, para el propósito, como emblemáticos y vernáculos ejemplos.

Quien estaría representando al Ecuador, una dama que obedece al nombre de Gabriela Alemán (no tengo el privilegio de conocerla y debo confesar que jamás he escuchado su nombre), ha propuesto como la palabra más sobresaliente -y se entiende que de uso preponderante y corriente- la voz “yapa”. Ella asevera que el término nos viene de la voz francesa “lagniappe” que, con el sentido de adicional, o de regalo, nos habría llegado por medio del inglés, a través de Louisiana (?).

Mas, sucede que ni la palabra es tan corriente en el habla del Ecuador, como insinúa la distinguida señora, ni nos viene desde Europa como postula la dama. Yapa es una voz que se la usa únicamente en los mercados de carácter popular; casi no la conocen -o por lo menos nunca la utilizan- las nuevas generaciones, aquellas conformadas por muchachos que si alguna vez han acudido a comprar víveres, solo lo han hecho en los supermercados. Yapa es ya una palabra reconocida en el diccionario de la RAE y, como se sabe y está perfectamente establecido, viene de una voz quichua que quiere decir aumento o añadidura.

Es el mismo DRAE el que nos ilustra en cómo es que vino a utilizarse el término en la forma general en que hoy se usa -no solo en Ecuador sino en muchos otros países de América-: “Azogue que en las minas argentíferas se añade al mineral para facilitar el término de su trabajo en el buitrón”. Es interesante señalar que la definición que tiene la palabra “buitrón” es la que sigue: “lugar donde se benefician los minerales argentíferos, mezclándolos con azogue y magistral después de molidos y calcinados en hornos”. Yapa es pues una palabra quichua que ha sido españolizada; como lo fueron longo, pite o guambra.

Quizá las palabras más usadas en nuestra tierra sean las que contienen un sentido genital o escatológico (empiezan con ch, v o m), aunque no las quiero expresar por un sentido de pudor y para no dar pábulo para que las repitan mis nietos… Pero estas, al igual que el universal pendejo (con perdón) y sus derivaciones, no son exclusivas, ni tampoco preponderantes, en el habla ecuatoriana. Las que podrían considerarse como comunes -y hasta quizás como propias- serían otras voces y expresiones como: al pelo (magnífico), bestia, no me digas, hecho! (convenido), de una (en seguida), a toda (rápido), papelito (flamante), el cague (una belleza), capaz (en el sentido de “a lo mejor” o quizás). E incluso el verbo saber (en el sentido de soler o acostumbrar) y el raro “severendo”, entre otras…

Además tenemos un adjetivo que sirve para todo, es decir hasta para llenar los espacios. Es el ubicuo “tenaz”, que no solo quiere decir firme, porfiado y pertinaz, sino que significa: duro, oscuro, brillante, desabrido, salado, horrible, difícil, feo, arduo, cansino, asfixiante, tenebroso, empalagoso, pesado, lluvioso… En fin, todo lo que usted quiera y para cualquier menester que a usted se le ofrezca! Sin que debamos olvidarnos tampoco de los infaltables y repetitivos “o sea” y “digamos”.

Jeddah
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