30 octubre 2013

Mi amigo Matt

Me recuerda a otro amigo, a uno que ya no está entre nosotros y que se llamaba Juan; uno que también era un inconforme, aunque un tanto más sumiso… Él me decía que, en la vida, “es mejor ganar poco por mucho tiempo, que mucho por poco tiempo” y aquello otro de que “es mejor ser cabeza de ratón, que cola de león”. Siempre me pregunté si esas eran las únicas posibilidades, o si esa era la única alternativa. Con el tiempo, uno de mis hijos me ha facilitado la mejor de las respuestas: “es mejor ganar mucho por mucho tiempo” o, lo que es lo mismo, “es mejor ser cabeza de león” y dejar que los ratoncitos entierren a sus muertos…

Pero Matt es un inconforme, un proyecto permanente del iconoclasta. Siempre está renegando de la autoridad y de sus decisiones, piensa que detrás de toda acción existe una especie de confabulación: le fascinan las teorías conspirativas! Él está persuadido que detrás de todo cambio de itinerario que le afecta, está de por medio la codicia y la falta de escrúpulo de alguno de sus colegas de trabajo… Hoy lo encuentro en el comedor del hotel: no está de buenos amigos, está de un talante que se lo llevan los diablos: es que otra vez le han cambiado su itinerario!

No tiene los dientes superiores; o los tiene muy incompletos. Siempre está diciendo que le van a hacer una prótesis desde que tuvo ese accidente inaudito. Se había ido de “segunda luna de miel” con su esposa y se contagió en el hotel con lo que le dijeron, más tarde, que era una intoxicación provocada por los alimentos que había ingerido. De resultas, perdió el conocimiento y se fue de bruces contra el filo mismo de la vereda. Así fue como perdió parte de su querida dentadura, se rompió el hueso de la mandíbula y tuvo que someterse a una delicada cirugía. Quedó por unos pocos meses con la boca amordazada, su cavidad bucal quedó llena de unos garfios, clavijas y artilugios que no solo que no le permitían probar bocado, sino que incluso le incomodaban para pronunciar las palabras con normalidad. Pasó a alimentarse con un sorbete: solo líquidos!

Entonces fue que le ocurrió lo que me cuenta como algo insólito: era ya tarde cuando tuvo que ir al hospital para que le retirasen esos extraños mecanismos. Pasó muchas semanas manteniendo la boca fija y en estado de fastidiosa inmovilidad; y tenía problemas para articular las palabras con relativa facilidad, hasta que sintió al fin una renovada dosis de tranquilizador alivio. Más tarde le dieron un astringente para que se efectuara un enjuague (o enjagüe) bucal y, luego de recetarle algún analgésico, le dieron de alta en forma definitiva. Ahora sentía que eso de haberse librado de aquella incómoda mordaza constituía el mejor de los calmantes, el sedante perfecto, el más insospechado paliativo!

Estaba tan contento que no cayó en cuenta, al volver a casa, que había pisado el acelerador en demasía. Lo que tenía que pasar pasó; pronto sintió a sus espaldas aquella sirena ominosa pues le seguía la policía! Cuando los representantes de la autoridad iniciaron sus preguntas y pesquisas, advirtieron que trabucaba al hablar, que mantenía cerrados los dientes al pronunciar las palabras y que su boca emitía un olor característico, el inconfundible olor a la bebida… En su afán de explicar con coherencia su situación, Matt lucía algo confuso, su extraña forma de balbucear le hacía aparecer como que mascullaba con irresoluta porfía.

Matt no logró superar el chequeo de alcohol. Era obvio: el enjuague que le habían dado en el hospital había dejado residuos que no habían desaparecido enseguida. La procedencia de esos inocuos vestigios casi no la pudo explicar y por culpa de aquel ingenuo desconocimiento casi se lo llevó la policía. Hoy Matt está confuso, y sobre todo muy inconforme. En cuanto a sus desavenencias con la fortuna… no sabe a quién mismo debería demandar: si al hotel donde sin preverlo se intoxicó, o al hospital, causante de su embarazoso azoramiento en medio de la autopista…

Nueva Delhi, India
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario