20 octubre 2013

Entre la opción y la pacatería

Digo yo que con esto de la confirmada penalización -o frustrada despenalización- del aborto, lo que bien podríamos llamar “el aborto de la despenalización”, quizá debieron los legisladores (que en su inmensa mayoría, no son especialistas en ninguna disciplina, ni técnicos en nada) contar con el consejo y asesoramiento de quienes tienen conocimientos y experiencia en estos menesteres. Por lástima, los peritos -para este tipo de cuestionadas como delicadas intervenciones- no son ni siquiera los mismos facultativos (todos sabemos que estando penadas por ley las prácticas de interrupción de embarazo, mal pudiera pedirse que sean los mismos médicos quienes sean declarados “autoridad competente” para estos casos).

Por lo mismo, creo que a quienes debieron consultar era a los pilotos aviadores! Sí, a quienes debieron pedir consejo, y consultar su enjundioso parecer, no era a otros que a los señores comandantes de aeronave. Y en esto se han equivocado los honorables legisladores porque, claro, a ellos no se les exige que realicen en forma recurrente un tipo de entrenamiento que se fue poniendo en boga y que los especialistas de seguridad aérea y de eficiencia aeronáutica dieron en llamar como CRM, siglas que en inglés quieren decir Crew (Cabin) Resource Management, o lo que es lo mismo: “Manejo de Recursos de Cabina”. Esta forma de gestión está dirigida a los aviadores para que, entre otras cosas, optimicen su comunicación y no desaprovechen los recursos que tienen a la mano.

Por eso es que los aviadores saben que “eso de abortar” no solo que es una opción y un preponderante recurso a la hora de tomar decisiones, sino que en sus continuos entrenamientos se les hace hincapié en que si lo que ven delante, en sus delicadísimas maniobras de despegues o aterrizajes, no es seguro -o si tienen la más mínima incertidumbre de que pudiese no serlo-, están en la perentoria obligación de suspender, o abortar, dichas inminentes maniobras.

Con esta sencilla filosofía, bien puede decirse que el paradigma ha cambiado: el concepto no es ya el de que los aviones vienen a aterrizar, por ejemplo, y de que si algo no va como se esperaba tienen que abortar esa maniobra, o irse al aire. La nueva idea es la de mentalizar al piloto para que cuando haga su aproximación a una pista determinada, venga preparado para abortarla y solo, y únicamente, si todo encuentra perfecto y en óptimas condiciones, acepte y continúe con dicho aterrizaje!

Este sencillo cambio de paradigma, esta nueva filosofía, es en gran parte motivo para los sorprendentes márgenes de seguridad que ahora exhibe con orgullo la aviación moderna. A pesar de ello, los peritos e investigadores aeronáuticos se siguen preguntando por qué es que siguen sucediendo tantos accidentes. Lo que encuentran con asombro es que algunos pilotos olvidaron el axioma y decidieron aceptar ese despegue o aterrizaje a pesar de que las circunstancias no eran como se esperaban. En otras palabras: se aferraron al viejo paradigma…

Por ello que en las escuelas de vuelo y en las aerolíneas, en las aulas, corredores y oficinas de operaciones, se observa por doquier una serie de anuncios y avisos gráficos (antes les llamaban “posters” y hoy les dicen gigantografías). En ellos se les recuerda a los pilotos que no solo que el aborto es la herramienta más efectiva y adecuada que tiene la seguridad aérea, sino que esa opción es a menudo el recurso más profesional con el que cuenta el operador aeronáutico.

En cuanto a los “otros” abortos… En el mundo moderno se está imponiendo el concepto de que el aborto puede justificarse en casos de violación, de comprobada y evidente malformación de la criatura o cuando se encuentra en peligro la vida de la madre. En un mundo que propicia la mojigatería, donde las operaciones clandestinas ponen en riesgo la vida de tantas madres jóvenes, sigue siendo inaudito que, a pretexto de “salvar la vida”, se sigan tolerando tantos dramas que pueden ser evitables.

Jeddah
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