05 marzo 2014

El órdago de los perdedores

En la vida no siempre es posible ganar. A veces se gana y a veces se pierde, nada puede ser para siempre. Empero, hay gente que cree que porque siempre ha ganado o porque siempre ha sido favorecida por la fortuna, aquello debe convertirse en una regla incontrovertible y permanente. Ellos no aceptan, cuando pierden, el tornadizo capricho de la suerte. Entonces, en lugar de dejar que la noria de la fortuna ruede, hasta que ponga de nuevo en lo alto a sus favorecidos cangilones, se empeñan en un desafío suicida: apuestan al todo por el todo.

Órdago es una palabra de origen vasco (hor dago quiere decir "ahí está"). Euskadi es la tierra de los vascos, los mismos que hablan una lengua llamada euskera, lengua que los que estudian el origen y la relación entre las lenguas saben que es toda una curiosidad histórica: simplemente es una lengua que parece no estar relacionada con ninguna otra. Esto, en parte, explica el espíritu independiente de los vascos. Su irregular terruño, según presumo, sería la tierra de mis antepasados. Nada hay más vasco o vizcaíno que el apellido que ostento.

Los vascos habrían inventado un juego de naipes, parece que lo habían adaptado de otro juego navarro y, según lo tengo entendido, este era un juego de apuestas entre parejas, parecido a nuestro "cuarenta". El juego se llama "mux", que viene de "mouche", que a su vez quiere decir mosca en francés. Este órdago no es sino una forma de "envite", o de apuesta, que tiene el mus (su nombre en español), en donde se juega al todo por el todo, justo como cuando se apuesta y se duplica el valor del pozo o de lo que está sobre la mesa en otros juegos de la baraja.

El órdago es, por lo mismo, una estrategia que es parte consustancial al juego; sin embargo, en ocasiones se convierte en un tipo de perentorio recurso cuando -ya sin tener nada que perder- un jugador apuesta a una baza desesperada. Entonces el resultado es impredecible, porque así como el jugador puede recuperar todo o parte de lo perdido, puede asimismo perder todo de una sola vez y quedar con una deuda acumulada, estando obligado a abandonar el juego y a retirarse a su casa!

Cuando las cartas son un tanto inciertas o reina la incertidumbre, el órdago puede convertirse en una forma de engaño, en una triquiñuela parecida a la que con el nombre de "bluff" (o de farol) se suele utilizar en el póquer para confundir y desanimar al adversario. Y así, "blofeando", el inminente perdedor puede  convertirse en el inesperado ganador… “¡Tus cuatro, mis cuatro y ocho más!"…

El órdago, usado como recurso, no siempre produce los resultados esperados. De hecho, para su empleo ocasional, no sólo que hay que estar consciente de los riesgos, sino que hay que tener una cierta maestría y dominio de la escena a la hora de utilizarlo. Un pequeño parpadeo, un imperceptible movimiento de los dedos o un ligero jugueteo nervioso con las cartas, puede denunciar la intención del apostador a su avisado adversario. Por ello que quien alardea de la posesión del juego ganador no puede utilizar esta estrategia todo el tiempo, a menos que tuviese la combinación ganadora para volver a derrotar al jugador contrario.

Esto mismo suele pasar en los "otros juegos", en los juegos de la sociedad y de la vida. También suele suceder en los juegos del estado, en el llamado “juego” democrático… Pero, para qué apostar de gana al todo por el todo? Sería preferible seguir repartiendo cartas, y comprender que a veces se gana y que a veces se pierde. Unas veces ganan los unos y otras veces vencen los otros; siempre hay unos que se contentan y otros que se entristecen. Esto es parte natural del juego. En cuanto a aquello de farolear, puede ser utilizado también como una estrategia ocasional, aunque no precisamente cuando el jugador enfrenta un predicamento desesperado...

Ámsterdam, Holanda
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