23 marzo 2014

Tiempo de callar

He dedicado tres entradas, durante las dos últimas semanas, para referirme al caso del avión desaparecido. Por ahora, me resisto a mencionar el tema una nueva vez. Han pasado ya quince días, tiempo suficiente creo yo, para debilitar -si no para destruir- cualquier esperanza de encontrarlo o de hallar a sus ocupantes con vida. Pienso, sobre todo, en todas esas angustiadas familias, en su confusión y dolor, en que ellas saben que poco a poco deben ir aceptando una nueva realidad; en que tienen que ir aceptando esas inexplicables ausencias, en que tienen que aprender a vivir sin alguien muy cercano, alguien muy íntimo…

Creo que, si mi ofrenda y reverencia debe ser el silencio, entonces es tiempo de callar.

Sé por lo que esas familias pasan, sé lo que sienten. He pisado ese mismo terreno. Un terreno lleno de preguntas que están privadas de respuestas. Por eso, en mi primer artículo, cuando insinúo que donde se los busca no se los va a encontrar, expreso un voto de esperanza cuando digo que preferiría estar equivocado. Pero, ya han pasado quince días y todo esfuerzo, hasta aquí, ha resultado en vano…

Vano, vanidad... ¿Es eso la vida? ¿Algo trivial y desabrido? Me resisto a aceptar esa clase de vanidad! Estoy, sigo convencido que la vida tiene un sentido, que la vida “debe” tener un sentido; aunque ese sentido sólo sea la posibilidad, el esfuerzo de vivir para encontrarle un sentido a lo que hacemos, a nuestra propia existencia. Uno que hace que algo íntimo nos impulse a pensar que ese sentido de veras sí existe... Por eso, el silencio debe, tiene que propiciar una esperanza. Y por eso es que digo que es tiempo de callar!

¿Es eso lo que queremos decir cuando expresamos "el que calla otorga"? O, dicho de mejor modo, ¿es "el que calla, espera" el sentido que queremos que tenga esa vieja expresión? Creo realmente que sí, aunque hayamos ido distorsionando, con el uso del aforismo, el sentido del verbo otorgar... Esto, porque el significado original de la expresión habría sido enteramente otro, porque primero habría sido utilizada para honrar la magnanimidad... Quien calla otorga! Es decir, si no se tiene algo bueno que decir, si no se puede elogiar o celebrar, sería mejor no decir nada, sería mejor callar.

Pero no es en ese sentido que usamos, que la gente se ha acostumbrado a usar aquella expresión. Ella realmente querría decir "el que calla espera". Mas, no es ese el sentido que el diccionario da al verbo otorgar, que no quiere decir otra cosa que conceder, consentir o hacer merced. No es tampoco ese el sentido, aun en derecho, que le da la Academia a otorgar cuando quiere significar: "disponer, establecer, ofrecer, estimular o prometer algo". "Úsase -continúa el diccionario- por lo común cuando interviene solemnemente la fe notarial"... Aunque, sólo ahí cobraría un parecido sentido la espontánea expresión, cuando la usamos con el de prometer: "quien calla, promete".

Mientras tanto, la vida sigue. Con todas esas cosas fútiles, vanas, aparentemente sin importancia, que ocupan nuestra vida y nuestra atención... ¿No es eso la vida? Un conjunto de asuntos -o de cosas- a veces anodinos, insignificantes, sin real importancia a los que dedicamos el tiempo o prestamos nuestra atención, mientras ese mismo tiempo se nos va escapando como agua que queremos capturar para siempre en el cuenco de nuestras manos?

No lo sé! Es decir, ¡todavía no lo sé! Por eso repito: "el que calla otorga", aunque íntimamente sepa que no es tiempo de dar o conceder, porque sé que es tiempo de esperar, de prometerse. Porque sé que, este de ahora, es tiempo de callar…

Quito
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