28 junio 2013

La “saga” de Snowden

Por todas partes que voy estos días se menciona al Ecuador -y no precisamente por las más deseables razones y motivos-; y se comenta acerca de la saga, nada épica según parece, en la que se ha involucrado el ex-contratista de la CIA, el estadounidense Edward Snowden, quien estaría implicado en la diseminación de información, tanto confidencial como secreta, de ciertas actividades del gobierno americano. Al parecer el gobierno nacional estaría ya tramitando su concesión de asilo…

Cuando aún no es ni un año de similar concesión por parte del gobierno del Ecuador al fundador de WikiLeaks, el australiano Julian Assange, uno no puede dejar de hacer ciertas reflexiones y hacerse ciertas preguntas fundamentales. Una de ellas es: ¿por qué se lo hace? Otra que viene de cajón es: ¿qué sacamos o qué ganamos con todo esto? Y la otra que, si somos coherentes y responsables debemos atender es: ¿qué es lo que arriesgamos? O, ¿a qué nos exponemos?

Resulta contradictorio, por decir lo menos, que un gobierno que restringe las opiniones antagónicas o diferentes a su estilo, se esté empeñando en aparecer ante el mundo como el adalid de la libertad de expresión. Y entonces uno no puede dejar de hacer una meditación adicional: ¿no hay en esto una especie de doble discurso, una cierta hipocresía? ¿De cuando acá estamos de pronto empeñados, como se dice en la tierra, en actuar como “defensores de pobres”? ¿Cómo así queremos andar de “priostes” de todas estas nuevas novelerías?...

Pero, vamos por partes, ya que el objetivo primario debe ser la coherencia. ¿No dependen nuestras exportaciones, en gran parte, de nuestras buenas relaciones con los Estados Unidos? ¿No es un interés del país, la renovación beneficiosa de unos tratados comerciales con un país que, hoy por hoy -y nos guste o no-, es el país más poderoso de la tierra? ¿No viven en ese país acaso, millones (sí, millones) de ecuatorianos que se benefician (ellos y sus familias) de su presencia en los Estados Unidos de Norteamérica?

Mayor incoherencia -y mojigatería- me parece, que quienes de alguna manera debemos parte de nuestra formación académica o profesional al país del norte, ahora despotriquemos contra sus políticas y estrategias, sean estas comerciales o diplomáticas. Entonces ¿cuál es la inquina contra los americanos? ¿Qué es lo que nos han hecho? Mientras escribo esta nota, escucho una canción de Roberto Carlos llamada “Desahogo” y creo que esa pudiera ser la única razón que pudiese explicar “nuestra” absurda posición internacional: una suerte de desahogo frente a un oscuro y pasado resentimiento! Un turbio desahogo! ¿Qué más podría ser?...

No obstante, gente con más suspicacia que la mía me ha sugerido que nuestro gobierno tiene casi la seguridad que Estados Unidos no propiciaría la renovación de los tratados comerciales que mantiene con el Ecuador. En este sentido, la declaración unilateral por parte de nuestro gobierno de que renuncia a renovar esos tratados -que otorgan beneficios comerciales y preferencias arancelarias- se inscribiría en esa seguridad. ¿Se trataría, entonces, de una retaliación anticipada?

Espero que este afán de “darles una lección a los gringos” no obedezca solo a un deseo de buscar protagonismo internacional. Y que no suceda, como ya pasó con el affaire “Assange”, que nuestra postura -a pretexto de mostrar “soberanía”- no pasó de ser un prolongado berrinche y se convirtió solo en un inocuo pataleo!

Manila, 27 de junio de 2013
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