03 junio 2013

Minaretes y más minaretes!

Poca gente sabe o, más bien, reconoce cuánto les debemos a los sumerios, aquel pueblo que hace casi diez mil años se asentó en una tierra que se ha dado en llamar “la Medialuna Fértil”, enclave situado entre los ríos Tigris y Éufrates, y que es mejor conocida por su nombre griego: Mesopotamia. Ellos descubrieron los primordiales principios de la agricultura y del pastoreo; fundaron las primeras ciudades, por lo que pudiera decirse que inventaron la civilización. Ellos también habrían inventado la escritura (no el alfabeto, este fue inventado por un pueblo fenicio, los cananeos, hace ya casi tres milenios y medio); por lo tanto, bien puede decirse que fueron ellos quienes inventaron la historia.

Es probable que hayan sido los sumerios, que como queda dicho fundaron las primeras ciudades, los que habrían surgido con ciertas ideas novedosas como la de tener unos líderes a los que convirtieron en reyes. Y fueron estos, conscientes ya de sus privilegios e importancia, los que se vieron en la necesidad de venerar y oficializar a unos dioses; crear un cuerpo sacerdotal; construir unos templos; y propiciar unos ritos y la emisión de un código de normas con carácter abstruso, subrepticio y sagrado; que no otra cosa es lo que los hombres hemos dado en llamar “religión”.

Fue esa gente, perteneciente a lo que hoy llamamos Medio -o Cercano- Oriente, la que ya se preocupó de la astronomía y de las matemáticas, que inventó el carro con ruedas, y que nos legó el calendario. A ellos debemos el año de doce meses, el día de veinticuatro horas, la hora de sesenta minutos y el minuto de sesenta segundos; en suma, el sistema sexagesimal. De ellos hemos heredado también un concepto que se ha convertido en universal: la semana de siete días.

Fue en esta tierra donde, pasado el tiempo, florecieron otras civilizaciones -como los acadios, los babilonios o los asirios-, donde probablemente por motivos de orden religioso, los hombres construyeron las primeras torres, precursoras de nuestros campanarios y de los musulmanes minaretes, que ellos construyeron con el extraño nombre de “zigurats”. Todo parece indicar que la historia bíblica de la torre de Babel no es sino la de un altísimo edificio que se erigió en la antigua Babilonia (su nombre griego; traducido de Babel, el nombre hebreo).

Dicen los historiadores que los zigurats fueron muy anteriores a las pirámides de Egipto. Por lástima, no han resistido incólumes al paso del tiempo debido a una falencia de su ingeniería: no estuvieron construidos como las pirámides, con granito, sino con lo único que estuvo disponible: barro y ladrillo (que no es más que barro cocido). Por eso es que los formidables zigurats desaparecieron, con el paso del tiempo, debido a las inundaciones posteriores. Aunque, no del todo…

Esas torres que quieren acercarse al cielo persisten todavía en el mundo islámico en la forma de aquellas conspicuas agujas que custodian sus mezquitas: son los ubicuos e incontables minaretes. Su hermoso nombre es una voz turca que probablemente nos ha llegado al castellano por vía del francés. En el Magreb las mezquitas sólo disponen de un minarete, aunque en el mundo árabe lo usual es que siempre estén adornadas por dos. Un caso especial es el de la Mezquita Sagrada de La Meca que exhibe seis. En Estambul, la llamada Mezquita Azul ostenta igual número -seis-, aunque a la famosa iglesia bizantina de la Sagrada Sabiduría (o Hagia Sophia), los otomanos le añadieron cuatro cuando la convirtieron en mezquita...

Yo, mientras tanto, estoy de vuelta a este país -Arabia Saudí-, donde abundan las mezquitas y, por lo mismo, esas torres que son utilizadas para llamar a los fieles a la oración: los omnipresentes alminares o minaretes. Equivalen a lo mismo que nuestros campanarios. Uno se pregunta por qué es que existen tantas y tantas mezquitas en Arabia, sobre todo si, a la hora de ponerse a rezar, los musulmanes lo hacen en cualquier parte, en la vereda del centro comercial o en la entrada al supermercado… Creo que no exagero si comento que hay una mezquita por cada cuatro manzanas. Casi como en el centro de Quito, donde no es difícil encontrar hasta tres iglesias “compitiendo” en una misma cuadra…

Jeddah, 3 de junio de 2013
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