20 junio 2013

Mi unicornio azul, también!

“Y puede parecer acaso una obsesión/ pero no tengo más que un unicornio azul/  y aunque tuviera dos, yo sólo quiero aquél… / Mi unicornio azul se me ha perdido ayer. Se fue”… Silvio Rodríguez. "El unicornio azul".

Ahora, por fin, creo que sé a qué se refería su autor. Y ahora, después de haber perdido el mío, al fin sé cuál pudo haber sido el sentido de la extraña canción. Es que ayer fue un día de esos… de esos que -con perdón por la soberbia- uno sólo quisiera verlos terminados o, preferiría que nunca hubieran comenzado. Uno de esos que desprecian el intervalo aritmético de sus horas, y terminan dándonos la idea de que han durado muchas más… Por eso siento como que este ayer hubiese en realidad empezado anteayer. Por eso que me habría levantado como cansado, como con la resaca de la víspera, como sintiendo que se habría de convertir en uno de esos cansancios de los que no nos podemos redimir, que se transforman en crónicos; por eso que tal vez ya sabía de antemano que aquella fatiga se iba a prolongar…

Todo creo que empezó la madrugada de la víspera, cuando de golpe desperté de uno de esos confusos sueños... En él percibí que alguien acechaba al final de un angosto corredor y esto me obligó a reaccionar en forma intemperante; como consecuencia, respondí con un perentorio manotazo que tuvo la virtud no sólo de despertarme, sino también de lastimar los espejuelos que descansaban sobre el ordenador que, en mi tardía duermevela, había dejado descuidado encima del cobertor. El accesorio voló hacia alguna parte, por lo que tuve que encender la lámpara del velador para no destrozarlo más tarde con un imprudente pisotón.

Debí advertir a tiempo el mensaje del aciago episodio: como si fuese un augurio de lo que vendría después! Esa mañana debía salir hacia Bangladesh, con un vuelo interminable que retornaría el mismo día a través de Damman, en el Golfo Pérsico, para luego desplazarme a Riyadh en condición de pasajero. Habíamos despegado desde Riyadh acarreando un desperfecto electrónico que no se pudo reparar. Se trataba de una de las dos pantallas de monitoreo ubicadas en el panel central. Fue ahí que, lo que se estima que “no es factible que suceda” sucedió… y, enseguida del despegue, una nueva pantalla dejó de funcionar… así, conjugando el pretérito perfecto del verbo marchar, esta nueva pantalla también marchó!

¿Qué hacer cuando se ha despegado con el máximo peso permitido y cuando, para regresar a aterrizar, hay que arrojar una ingente cantidad de combustible? ¿Qué hacer, sobre todo, cuando se tiene la seguridad, no solo la conciencia, que el repuesto requerido no está disponible en el aeropuerto de destino y que el vuelo no se podría reiniciar -desde el mismo- hasta que el defecto no se logre reparar?

Luego de consultas con la estación base, se resolvió que volviésemos a Jeddah donde el desperfecto podría ser corregido y subsanado; para lo cual, de todos modos, debía echarse por la borda parte del combustible mientras procedíamos al aeropuerto recomendado (esto es lo que en inglés irónicamente se conoce como “diversion”, no con el sentido de goce, pero con el de desviación). Con tan absurdo desperdicio, confieso que el hecho de observar cómo se expulsa aquél costoso combustible desde las alas, como si estas se tratasen de pródigos surtidores, produce una extraña sensación en medio del trámite de ese tipo de “diversión”.

El resto del viaje sucedió sin incidencias ni contratiempos. Sin embargo, hacia el final del vuelo, cuando me liberaba de los arneses, percibí que el prendedor de corbata que portaba –uno de mis accesorios favoritos-, volaba por los aires; e incluso alcancé a escuchar cómo emitía aquél ruidito metálico que se produce cuando estas piezas chocan contra el piso. Concluidas las listas de chequeo y los demás trajines de rigor, me apresté a escrutar su incierto destino. No tenía por qué perderse, pero ya nunca lo pude encontrar aunque lo busqué con ánimo prolijo. Lo había adquirido veinte años atrás en un mercado de pulgas parisino; nunca supe si era de oro y lo más seguro es que no lo hubiera sido. Pero… le había tomado afecto y lo conservaba con cariño! Y así, al igual que en la canción que nunca entendí, mi unicornio azul ayer también se me perdió! Y se fue…

Riyadh, 19 de junio de 2013
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