04 julio 2013

La puta depresión

Perdonen por la mala palabra! Pero tengo que mencionarla, a pesar de que yo mismo les he pedido a mis hijos que jamás la pronuncien y que procuro, en la medida de lo posible, no utilizar nunca tan horrible expresión (me refiero a “depresión”). Mas… hoy he querido referirme a la palabrita, porque -toquemos madera- soy de esas personas que se sienten favorecidas por la ventaja de no caer fácilmente en el desánimo, ni de dejarse abatir por el desaliento. Y esto, a despecho de mi probable soledad, de mis inevitables ausencias y lejanías.

Entonces, ustedes se habrán de preguntar ¿y por qué? y barruntarán que hay solo dos posibilidades: o que mismo, mismo, soy de piedra o es que tengo algún secretillo escondido… Y sí, la respuesta correcta tiene que ver con algo de lo segundo; y se debe, en parte, a que siempre tengo algo en qué ocuparme. Noto que siempre tengo algo para estar haciendo. Reconozco que, apasionado como soy de la lectura, ese tipo de actividad absorbe mucho de mi tiempo libre; tanto, que a veces siento que el tiempo se me viene muy corto… Además, esto de estar continuamente cavilando acerca de qué nuevo tema he de comentar, de golpe se me ha convertido en algo que me mantiene entretenido y hasta contento…

Y es que esta manía mía de estar contando “cosas” (perdonen lo prosaico del término), me obliga a confesar que, a más de regalarme satisfacciones, se me ha ido convirtiendo en una muy agradable manera de matar el tiempo. Y, ¿saben qué?, tengo con esto -lo de estar preocupado por alimentar este blog- una sensación gratificante. Siempre le estaré agradecido a mi hijo Bernardo que me animó para que lo hiciera y que me dio su orientación para estructurar este blog.

Hoy por hoy, visitan esta página casi un millar de personas mensualmente y, cuando reviso esas entradas en el mapita con el que “Blogspot” me permite monitorear la actividad de mis lectores, advierto -con modestia no exenta de simpatía- que al parecer tengo seguidores en tantas partes insospechadas en el mundo, que ni me puedo imaginar quienes nomás me pueden estar leyendo! Es probable que esa respuesta tan positiva obedezca a un aspecto muy simple; he procurado mantenerme fiel a un propósito: “entretener y motivar”.

En mi trabajo, que consiste en desplazarme a Arabia durante un período de tiempo que varía entre cuatro y ocho semanas (de acuerdo al plazo que hubiera escogido), existen otros pilotos que han sido contratados con otras modalidades. Todos reconocen que cuando llegan al vigésimo día de estadía en “el reino”, sienten -de súbito- una sensación depresiva y reconocen que es cuando les ha llegado “la puta depresión”. Por eso me decidí por este título, en detrimento de otro que hubiese parecido más pudoroso y “políticamente más correcto”: “La depresión del vigésimo día”, que creo que fue el que primero se me ocurrió…

“Sin perjuicio de lo anotado”, como dirían los abogados, declarar que no se ceda al desánimo no es lo mismo que insinuar que no se extrañe al hogar. Y, así como los aviadores identificamos a nuestros destinos usando cuatro siglas del alfabeto fonético, yo también identifico al que añoro, y que me espera, en forma similar; por ejemplo, Quito (antes de Tababela) era SEQU y hoy se ha convertido en SEQM (en nuestra jerigonza, Sierra-Echo-Quebec-Mike); Guayaquil es SEGU, o lo que es lo mismo: Sierra-Echo-Golf-Uniform. En esa línea, he de reconocer que mi destino favorito sigue siendo ese de Hotel-Oscar-Mike-Echo: o sea, HOME!

Es que, no hay nada como la casa de uno! Sobre todo, cuando ya solo faltan pocos días para volver y no hemos aterrizado en ese aeropuerto alternativo de ruta, ese que no ofrece facilidades ni re-abastecimiento; ese que deprime y nos quita vitalidad, ese Lima-Papa-Mike-Delta (LPMD)… la puta y maldita depresión!

Ankara, 3 de julio de 2013
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario