23 julio 2013

Referentes y paradigmas

Tiene lo que uno de mis buenos amigos llamaría “una sonrisa amable”. Es que, hay algo en su mirada, en su forma de caminar y aun en su misma apostura, que denuncian un cierto aire de timidez que invitan a tenerle simpatía. A punto de triunfar en los más importantes eventos de golf en los que interviene, y sin que medie una razón aparente, de pronto comete errores incomprensibles cuando ya todos lo consideran como favorito. La prensa deportiva reconoce en él su raro y atractivo magnetismo y, dada su popularidad, lo compara con el legendario Arnold Palmer. Es un zurdo con un juego corto de antología, ya ha conquistado cinco torneos grandes. Su nombre es Phil Mickelson.

Hasta hace solo una década, Phil no lograba triunfar en los principales torneos de golf conocidos como “Majors”. Tanto lo eludían los llamados “grandes”, que se lo empezó a identificar como al gran jugador que no había logrado conquistar uno de aquellos torneos. Sin embargo, pronto resultaría vencedor en el Masters de Augusta, torneo en el que luego ha repetido como ganador en tres años distintos. Más tarde habría de conquistar el campeonato de la asociación profesional de golfistas (PGA Championship), otro de los grandes premios que lo habían eludido.

Pero habría de ser el torneo abierto de los Estados Unidos (US Open) el que le depararía el mayor número de frustraciones profesionales, pues habría de quedar segundo nada menos que en seis ocasiones distintas! Para un hombre de hogar, y padre generoso, que procura compartir con su esposa e hijos muchos de los eventos en los que participa, aquella medicina amarga -la de no convertirse en el ganador en un campeonato cuya jornada final acaece justamente en el domingo cuando se celebra el “Día del Padre”- habría constituido para él un recurrente y desalentador desenlace; un final triste, inesperado y sorpresivo.

Todo ha cambiado este último fin de semana con su inapelable triunfo en el “Abierto Británico”. Este es el más prestigioso de los cuatro torneos estelares; y en él Mickelson no había conseguido hasta aquí una posición que esté de acuerdo con sus realizaciones y pergaminos. El torneo se lo realiza cada año en campos diferentes que se escogen entre los países del Reino Unido; es tan grande su importancia que no es conocido como el “Abierto Británico” sino simplemente como “El Abierto” (“The Open”), para subrayar el reconocimiento ecuménico que respalda su bien ganado prestigio.

No puede olvidarse que si tal vez el golf no fue inventado en esas latitudes (pues hay diferentes teorías en este sentido), fueron definitivamente los británicos quienes establecieron las reglas del juego y organizaron su práctica inicial para sentar las bases que le han dado el reconocimiento que ha conseguido. Además, existe algo que hace más difícil la participación exitosa de los jugadores de origen norteamericano: el torneo se lo realiza en canchas de tipo “links”, las mismas que, aunque carecen de los obstáculos que caracterizan a los campos a los que ellos se han acostumbrado, disponen en cambio de profundas trampas de arena que obligan a los participantes a utilizar tácticas y estrategias distintas.

Phil es un hombre corpulento y bonachón; algo en su caminar y en su actitud, le dan esa apostura que en él parece tan característica. Si algo llama la atención, en sus mejores y más importantes triunfos, es la continua presencia de su querida familia. Su esposa tuvo que batallar no hace mucho con una cruel e impredecible enfermedad, mientras él tenía que repartir su atención para satisfacer su actividad deportiva. Debido a su extraordinaria habilidad, pero sobre todo, a su espontaneidad, sencillez y simpatía, Phil Mickelson se ha convertido en un golfista paradigmático que no tiene empacho en que se lo identifique como lo que es: un extraordinario ser humano, y un tierno y afectuoso padre de familia.

Casablanca, 23 de julio de 2013
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