15 abril 2013

Del sentido de competencia

No estoy seguro de quién influenció a quién. Si mis hijos al suscrito o si he sido yo el que les ha instigado para que ellos hayan convertido el deporte en una pasión y esa efervescente pasión en otro deporte predilecto. Creo que de uno y otro hay algo de cierto, porque si hay algo irrebatible es que, aquel extraño fervor, es ante todo una forma de sensación que tiene mucho de contagioso. Por ello ha de ser que en los estadios el frenesí nunca se expresa en solitario; es una emoción –realmente una forma de paroxismo- que transmiten las multitudes.

Si una confesión tengo que hacer es justamente la de que vivo dándome tiempo para seguir las diversas competencias deportivas. Tanto sigo el desenlace de los partidos de las eliminatorias para el mundial de fútbol, como las posiciones que , luego de cada jornada van cambiando y generando nuevas expectativas. Pero, al mismo tiempo, no dejo de seguir la copa europea de campeones, o los resultados y posiciones de la liga inglesa. Del mismo modo, trato de estar enterado de lo que está pasando en la liga americana de baloncesto, de los resultados de la Fórmula Uno o el desenlace de los principales torneos de tenis o de golf en el mundo.

De qué me viene esta tendencia? Siento que es casi general la curiosidad y calor que genera el deporte; en este no solo encontramos un ingrediente lúdico (qué puede ser más lúdico que el juego?), sino que en las actividades donde compiten la habilidad y el desarrollo físico, nunca deja de estar presente un elemento de sorpresa. Además, no sólo que es difícil no dejarse contagiar por las variables del juego: es casi imposible no tomar partido y dejarse llevar por la influencia. Hay en la naturaleza humana, por otra parte, una tendencia natural de apoyo al más débil; y esta se convierte en una forma de antagonismo contra el más fuerte!

La excitación que provoca el deporte es también una forma de desahogo; el grito animado por la emoción es una manera de sobreponer nuestras frustraciones, y una forma de dar rienda suelta a los más variados instintos. El hombre dice y hace, cuando está confundido en medio de la multitud, lo que de forma natural no haría o diría si se encontrara solo con su alma. No haría eso por su cuenta!

En mi caso personal, hay varias razones que incidieron en mi pasión deportiva, pues recuerdo que desde muy niño siempre busqué un equipo para apoyar, una escuadra para compartir sus triunfos o lamentar sus fracasos. A nivel mundial, fue primero el Juventus de Turín y, más tarde, el equipo “merengue” del Real Madrid. Para entonces, en el torneo nacional, ya había dejado de alentar al que alguna vez se llamó España, para centrar mi interés en LDU, mi equipo favorito.

En cuanto a mi fervor intransigente, creo que mucho se acicateó con esos partidos interminables que se reanudaban en los recreos, esos que en la escuela nos ponían frente a frente a los dos paralelos. Ese “Tercero A – Tercero B” sonaba a provocación y a grito de batalla; fue el himno fogoso que nos sirvió de impulso para sentirnos parte de una entidad y para aportar toda nuestra fuerza e ilusión, y ponerlas al servicio de algo comunitario que ya lo sentíamos nuestro.

Más tarde vendrían nuestras visitas al Coliseo para participar como jugadores o apoyar a los equipos de la selección del colegio. Fueron jornadas que espolearon nuestro ímpetu, nuestro comunitario delirio, nuestro febril enajenamiento…

Jakarta, 14 de abril de 2013
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