29 abril 2013

Fin del “tiqui-taca”

No soy de los que aportan un solo centavo, no soy de esos hinchas que cotizan. Solo le pongo callado empeño y entusiasmo a las intermitencias de mis equipos favoritos, y les apuesto a sus ocasionales triunfos, que se convierten en mis esporádicas alegrías deportivas. Por eso, cuando los hijos me preguntan que “a quién le voy a en la Champions”, ellos saben que es invariable mi respuesta. Es que yo no le apuesto al que parece que va a ganar; ya que como todo en la vida, me aferro, aun en los momentos de mala racha, al que desde siempre apoyé, al conjunto de mi preferencia.

Por eso, razón tuvo alguna vez mi hermano Mullito, cuando me reclamó que por qué era que me había convertido en dirigente de su equipo favorito, si yo nunca había dejado de manifestar por otro elenco -un poco menos humilde, LDU- mi declarado favoritismo.

Claro que una cosa es quién yo “crea” que vaya a ganar, y otra muy distinta quién yo “quiera” que gane el campeonato de esa anual e interesante contienda. Y subrayo esto del “anual” porque los que ganan, a menudo se olvidan que solo pocos meses después ya se pone en marcha un nuevo e inédito torneo en el que, con seguridad, les han de arrebatar su recién adquirido trofeo (no se es campeón para toda la vida!).

Sin embargo, hay por ahí alguien a quien yo conozco, que cree que siempre hay que apostarle al ganador… Esa es una productiva actitud requerida para las competencias equinas; pero él no debe olvidar que los estadios se asemejan a los hipódromos tan solo en apariencia. El fútbol requiere algo más que el solo vértigo de la velocidad. Hay en él habilidad, chispa, recursos, disposición, motivación, actitud, estrategia… Además, siempre hay que contar con la fortuna: es por artilugio de la suerte que la pelota choca contra los postes o contra el larguero, que se detecta o no un “fuera de juego”, que un arbitro decide si una jugada controvertida hay que sancionar con el máximo escarmiento.

Mas… en estos torneos de fútbol, el empate no sirve. En ellos, al igual que en los embarazos, no se puede decir “sí estoy, pero solo un poquito”. Uno se lleva el triunfo definitivo o la inapelable derrota; no hay opción para la situación intermedia. La alternativa es ganar o ganar!

En vista de lo sucedido la semana pasada con los equipos españoles, creo que esta vez quien va a ganar es el Bayern de Munich. A pesar de ello, sigo confiando en que todavía tiene opciones mi equipo predilecto: el Real Madrid (todavía puede remontar). Pienso que su situación es menos precaria que la del Barcelona; ya que siempre es más fácil conseguir un 3 a 0, que un improbable 5 a 0, resultado que es el que ahora requiere el equipo “culé”.

No me alegro por la pasada debacle de los azul-grana. Yo ya venía diciendo que, aunque proveedor de buenos resultados, no me convencía su estilo de juego excesivamente lateral; Barcelona practica lo que los entendidos han dado por llamar "el tiqui-taca”. Y pienso de este modo, por una razón bastante simple: el fútbol es un deporte vertical, en el cual hay que atacar hacia arriba; donde hay que introducir los balones es en el arco contrario. El “tiqui-taca” es una estrategia tangencial, que nos deja la impresión por momentos de que los arcos han sido reubicados en los palcos, al costado del campo de juego… Por eso es que ahora ya todos saben cómo hay que jugarle al Barcelona: solo se trata de regalarle la posesión del balón y estar atentos a sus pases diagonales!

En vísperas de los partidos de semifinales, mi hijo Felipe (que es un hincha a rabiar de otro equipo que también viste camisetas amarillas -no tan eléctricas como las del Borussia-, pero al que se lo conoce con al mismo nombre del abatido equipo de Cataluña), está en la insoluble disyuntiva de: si apoyar a la divisa con cuyo nombre se identifica -el de ese otro club causante de sus recurrentes sinsabores-, o si más bien apostarle al que ha venido a atropellar sus íntimas preferencias… El tal Borussia de Dortmund.

Ay, es un asunto grave la incertidumbre; eso de tener que enfrentarse con “la insoportable levedad del ser”, como lo hubiera sentenciado el mismísimo Kundera!

Houston, 29 de abril de 2013
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