21 abril 2013

Palabras y apariencias

“ - Palabras, palabras, palabras. Shakespeare, insuperado maestro de las palabras, las desdeñaba”. Jorge Luis Borges, “El informe de Brodie”.

“… el misterio está en nosotros mismos, no en las palabras”. Jorge Luis Borges. Ídem

Propongo que las palabras postulan significados no solo confusos sino, a más de equívocos, muchas veces contradictorios. Cuando nos referimos a alguien y lo calificamos de “sencillo”, por ejemplo –apreciando su humildad y modestia-, ¿por qué no utilizamos el antónimo del ese mismo término (complejo) para referirnos a la característica opuesta?... Y, esto, sin que pretendamos cuestionar la calidad de sencillo que queramos realmente expresar. Podría respaldarme en el mismo autor de los epígrafes iniciales, y decir con él que nada hay sencillo en la vida (él se refiere a las palabras); y concluir que nada puede existir que lo sea, porque todo forma parte del universo, “cuyo más notorio atributo es la complejidad”…

Es curioso como las palabras pueden cambiar de sentido de acuerdo al origen geográfico de quien habla. Es notoria también la influencia que ha ejercido una determinada forma de hablar en ciertas latitudes, solo para que al cabo de poco tiempo, ciertas palabras que fueron transmitidas por esos mismos extranjeros que antes las utilizaban, entren en desuso e inclusive en el olvido. En Canarias, para muestra de ejemplo, puede que se sigan utilizando voces que ahora han dejado de ser utilizadas en la península. Sucede, mientras tanto, que esas mismas palabras se utilizan todavía en América, con lo que –si bien no podría hablarse de una reimportación de las mismas- podría insinuarse que las influencias ocurren de manera caprichosa y aleatoria.

Algo similar parece que se produce con el trasvase de ciertos dichos, refranes y sentencias directamente desde otros idiomas. Ayer nomás, conversando con un colega aviador descubrí que una expresión un tanto fuerte que no es utilizada en el resto de la América castellana, pero que se usa con desparpajo en parte del Caribe para referirse a la querencia y fidelidad a que invita el vello púbico, tenía una casi idéntica representación en italiano. De hecho, era la misma expresión!

Una locución cuyo real significado nunca entendí fue el adjetivo “aparente”. Uno de mis queridos hermanos la solía utilizar con frecuencia. Sería imposible consultarle que con qué propósito era que la empleaba pues, lamentablemente, él ya no está entre nosotros. “Yo no soy aparente” –para tal o cual cosa- repetía, con lo que, quienes le escuchábamos, tendíamos a interpretar que lo que quería dar a entender era que, para ese determinado asunto, él no era proclive o que simplemente no estaba interesado. De rato en rato escucho todavía la expresión y creo entender que la intención de quien la dice es esa: que no es apto o que no sirve para un asunto específico, o que manifiesta su carencia de interés.

De acuerdo con el diccionario, aparente no solo es aquello que “parece y no es” o “que tiene un cierto aspecto o apariencia”; sino también aquello “conveniente, oportuno o adecuado”… No deja de ser asombroso que las palabras pudiesen “aparentar” un diverso sentido o que tuviesen un determinado significado solo en apariencia! No sé si hay alguien “aparente” para el trato de este tema pero, aparentemente, sucede y es así… Espero que les resulte aparente (adecuado).

Jeddah, abril 22 de 2013
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