14 mayo 2011

Cabellos de ángel

Como decía mi sobrino Martín, cuando ni siquiera había cumplido los cuatro años: “Ahora sí, creo que me metí en problemas!”… Sucede que se me dio por averiguar algo de la historia de los finísimos fideos “cabello de ángel”; pero, eh aquí que me encontré con más de una sorpresa. Lo más importante, es que la supuesta justificación del nombre no la he podido encontrar en ninguna parte! Como se sabe, siempre estuvo en debate el indeciso o indefinido sexo de los ángeles (aquí me refiero solo a su supuesto género); mas, parece que nunca se convirtió en materia de discusión, cuál era la real característica de sus hebras capilares; o, lo que podría resultar aún más importante: si aquellos fideos serían tan delgados como los supuestos cabellos de los ángeles, o si estos últimos serían tan gruesos, en la realidad, como el más fino de todos los fideos…

Pero… hablo de sorpresas, a pesar de que unos amigos cubanos me dieron ya a probar un día, un sabroso postre hecho con una fruta parecida a la calabaza. ¿Quieres probar “cabello de ángel”, chico, tú? me dijo una noche el señor Johnny Espinoza, quien fuera mi apoderado en Miami; y quien, dadas sus dotes de “chef” culinario, había adquirido el sartenero nombre de “Espinosier”. Como ya había concluido la abundante cena, me quise en principio resistir: ya había comido suficiente y ya estaba harto, como para acceder al convite de una sopa adicional de fideos. “No, chico” me argumentó Espinosier; “Si es un dulce lo que te ofrezco, no seas guajiro, tú”.

Así fue que me enteré de lo que ahora confirmaba en la enciclopedia; que el tan mentado “cabello de ángel” era, en parte de Centro América y el Caribe, un postre “elaborado con las fibras caramelizadas de la pulpa de varias frutas de la familia de las cucurbitáceas (plantas herbáceas, oriundas del Nuevo Mundo), como son los melones, las sandias, las calabazas o los zapallos gigantes”. Sin embargo, no quisiera en este punto, alimentar el tedio de mis distinguidos lectores; y esto por un razonamiento simple, y de simpleza absoluta: las plantas de esta familia de ese nombre casi impronunciable, se caracterizan por tener “hierbas rastreras o trepadoras mediante zarcillos en los tallos, muestran hojas alternas, carnosas, escabras (sic); poseen cistolitos (sic). Las flores son unisexuales”… O sea, ya para qué seguir; porque si son unisexuales… ya entraríamos en ese terreno biológico que es tan fértil para la epidemia febril del aburrimiento…!

Sin embargo, es de los fideos que quisiera hablar. Y es que, el “cabello de ángel”, como todas las pastas y fideos, es un tipo de masa preparado con harina de trigo candeal, mezclado con agua y al que se le han añadido otros ingredientes, como sal y huevo. En Oriente se utiliza harina de arroz; de ahí su color blanquecino. Lo que parece ya no estar en debate, es en dónde mismo se inventaron los tallarines o fideos. La controversia estribaba de las noticias de Marco Polo, quien, cuando visitó hace setecientos cincuenta años la China, informó en sus crónicas que había encontrado en esa formidable civilización asiática, la preparación y consumo de los populares fideos. Lo más aceptado, sin embargo, es que dicho descubrimiento se había efectuado en Europa y Asia en forma independiente; aunque parecería que la invención más antigua se dio en la China, hace cerca de cuatro milenios!

En Italia, la tierra de las pastas y los espaguetis, es también muy conocido el tradicional “capelli d’angelo”, fideo muy angosto al que se le llama también con el nombre de “vermicelli”. En casa, cuando yo era pequeño, solo se lo utilizaba para unas sopas sin mucha demanda ni atractivo; por eso, enorme fue mi sorpresa cuando descubrí que aquellas mazamorras en las que nadaban las cebollas y los perejiles, con las que nunca logré ningún romance, eran elaboradas con el mismo ingrediente con el que se preparaba mi plato preferido: el delicioso espagueti con salsa de tomate!

Ahora bien, de mi plato favorito, voy a tener que saltarme a hablar de un temita que siempre me produjo resquemores… Se trata nada menos que de algo que tiene que ver con una condición genética que desde que, asimismo, era niño, me trajo continuas dificultades… Bien es sabido que la naturaleza se ensañó un poco conmigo y podría decirse que no estoy precisamente entre las diez personas de pelo más crespo, o ensortijado… Sí, tengo que confesar que mis primeras y más ardientes luchas fueron con los cepillos y las peinillas; y que es solo gracias a la costumbre de dejarse el pelo largo o la de usar “gel capilar”, que se han venido a subsanar mis tortuosas contrariedades. Hay por ahí un retrato mío en el famoso “Palmarés” de La Salle, donde exhibo un corte estilo “Firpo”, versión con la que el amigable peluquero del barrio habría querido abreviar mis dificultades!

Un cierto día, cuando ya era yo un piloto de aerolínea y cuando un inefable jefe de pilotos exigía a sus subalternos, que portaran un “varonil corte militar” (lo cual escapaba de ponerme los pelos, literalmente, de punta!), le pedí a un amigable compañero que pasase por donde el Pepe Zapato, en Miami, y que recogiese mi correo, para poder revisar mis estados de cuenta y cumplir con mis financieras responsabilidades. Cuando este ocurrido personaje vino esa noche a entregarme la correspondencia, yo compartía con un grupo numeroso de amigos unos pocos tragos y los entretenía en una reunión muy agradable. Fue cuando, al sacar de su bolso mi supuesto correo, el sagaz y narigudo personaje, me entregó una cajita de cartón que, fácil era inferir, no contenía mi esperada correspondencia, sino un paquete generoso de fideos “cabello de ángel”…

No he logrado desquitarme todavía! Y aún no sé qué son más insidiosas, si las detestables cebollas en las sopas de fideo o mis hirsutas y cerdosas dificultades!

Sydney, 14 de mayo de 2011
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