19 mayo 2011

Callejones sin salida

Envidio el desparpajo que exhiben los españoles, que pueden decir sin avergonzarse cosas como “el culo de la botella”; o si no, “culo”, simplemente. Así, sin fruncirse ni mosquearse! Ellos no necesitan decir “hombre que te has manchado en-la-parte-de-atrás” (usando todos esos prolongadores guiones gramaticales que usan los franceses) por ejemplo; sino que dicen simplemente “ea, que te has manchado el culo, joder!”. Por eso, cuando preguntan, no tienen que recurrir a un “vas a tomarte el conchito que queda todavía en la botella de vinoooo?”; sino que, simplemente nos inquieren en forma directa: “vas a por ese culo, chaval?”. O si no, cuando se caen y se van de trasero, no emplean un eufemístico “me caí de espaldas”, sino que lo enuncian con propiedad; y tranquilamente confiesan que fueron y se cayeron de culo… Así, no más!

Los franceses también se dan el gusto de evitar eso de tener que decir “mama cuchara” (ecuatorianismo por cucharota) y les esta permitido decir cul-de-sac (culo-de-saco), siempre y cuando lo escriban usando esos guiones intermedios entre las tres palabras y en tanto en cuanto pronuncien “cudesá”; y al hacerlo se comprometan además a hacer pucheros… Para ventaja nuestra, en el castellano tenemos muchas formas para expresar esa misma condición, la de una calle que no tiene salida, o que se convierte en un pasaje sin retorno. No necesitamos decir calle-en-la-que-no se-puede-salir-al-otro-lado, ni estar obligados a usar guiones o algo por el estilo. En este sentido el inglés podría resultar más práctico todavía; y, en el caso específico de palabras compuestas, casi siempre consigue expresar las ideas con menos sílabas y con un número total más reducido de caracteres.

Así por ejemplo, en inglés se dice “laundry bag”, que no es otra cosa que bolsa-de-ropa-para-llevar-a-lavar, o bolsa-para-poner-la-ropa-sucia. Claro que, ya que lo menciono, se me ocurre convocar el ejemplo de una cierta muchachita que conozco y que estudió fugazmente en una escuelita de Loja llamada La Porciúncula, quien se les habría adelantado a los miembros de la Academia de la Lengua, en eso de inventar y aprobar nuevas palabras, y hubiera preferido decir algo así como “el ropasuciero”. Porque, claro, en esa escuelita ya se habían aplicado hace como dos generaciones, los últimos avances de la pedagogía (del griego “pedos”, que no significa lo que están penando y que no sé porqué quiere decir “niños”…) y les anticiparon, a sus “porciunculosas” niñas, unas para entonces revolucionarias instrucciones de cómo implementar novedosos e inéditos términos cuando les hiciera falta. De paso, bueno es hacer un ligero comentario respecto al mencionado centro educativo de “La Porciúncula”, que “porciúncula” (o sea, por si acaso), sí existe, aunque su nombre parezca extraído de una novela digna del realismo mágico.

No es ocioso comentar que “porciúncula” es un “jubileo” que se gana el dos de agosto en las iglesias y conventos de la Orden de San Francisco. Y no está por demás también recordar, a los que faltaron a esa breve clase de catecismo, que un jubileo es una “indulgencia plenaria” concedida por el papa para exaltar ciertas celebraciones religiosas; y que indulgencia plenaria, para los otros que también faltaron a la clase siguiente, no es otra cosa que la absolución de ciertos pecados si se hacen previamente ciertas ofrendas… En resumen, y por si acaso, las indulgencias no son sino unos como “vouchers”, o boletos, que antes se podía comprar en las iglesias para luego poder cometer ciertos pecados y para no irse, como consecuencia, derechito al infierno. Y todo, “porciúncula” haga falta…!

El colmo y la más grave ironía del cul-de-sac es que no sepamos cómo es que en él nos habíamos metido y que, una vez metidos, no sepamos ya cómo salir de él... Esto es un poco como la vida que, bien vista, es siempre como un auténtico cul-de-sac. O como en este corto artículo, que muchos se preguntarán por qué fue que me metí en él, y que ya no sabría, en apariencia, cómo mismo voy a salir…

Una tarde conversando con papá (ese fue uno de los pocos y postreros diálogos que alguna vez tuvimos) y al preguntarle que qué hacer cuando, después de haber escogido una cierta opción, uno de pronto descubría otras alternativas y se sentía confundido e indeciso, me dijo algo muy simple, y que me ha funcionado con buenos resultados más de una vez en la vida: “cuando ya hayas tomado una decisión, y de golpe sientas que te enfrentas a una doble o múltiple alternativa, Mariano, lo mejor es volver a escoger la decisión que habías tomado al principio”. Y vaya, que sí funciona! Probablemente porque nos permite salir adelante y no quedarnos estancados en el zaguán ciego, en ese “impasse”, en el callejón sin salida, y nos permite enfrentarnos a las consecuencias de nuestras previas decisiones y, además, nos permite auto estimularnos con un decidido “a lo hecho, pecho”!

Es bueno recordar que los callejones con “culo-de-saco”, los zaguanes ciegos, no están diseñados para que no podamos pasar. Fueron diseñados así, más bien, para ofrecernos una opción y una alternativa; están diseñados para que podamos salir por donde nos habíamos metido o por donde tuvimos que entrar. En cierto modo, son un símil de los sucesos y acontecimientos que enfrentamos en la vida, cuando más de una vez, expuestos a una crítica disyuntiva, no tenemos sino la alternativa de regresar y de volver a empezar. Actuar de otro modo, equivaldría a tratar de seguir recto al final de la calle sin salida, sería solo como optar por la intransigencia, o por el inútil sendero al que conduce la necedad…

Sydney, 20 de mayo de 2011
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