30 mayo 2011

Me lo dijo Adela…

Me vino de pronto al recuerdo el estribillo! El de una canción que, como muchas, no podrían jamás apelar a conseguir el premio Nobel de literatura… Su letra era tan precaria e insulsa que si nos ha dejado una huella en la memoria, solo ha sido por su persistente repetición… Es siempre probable que yo no haya entrado todavía en la escuela, porque lo único que recuerdo, aparte de ésa, su solitaria estrofa pegajosa, y de su ritmo dulzón, es que la escuché tararear a mis hermanos mayores, antes de haber entrado en la llamada edad de la razón… Eran los tiempos en que yo todavía convertía una escoba en mi guitarra, para simular con ella mis infantiles alardes de cantante y trovador…

Y…no! Nadie podría ganar con ese poco inspirado esfuerzo aquel esquivo galardón!

Que ¿quién me lo dijo…? Pues…

Me lo dijo Adela, me lo dijo Adela

Me lo dijo Adela, me lo dijo Adela


Doctor mañana no me saca usted la muela

Aunque me muera de dolor! (bis)


Trala lará tralará!!!

A veces es bueno recordar las cosas que nos han sucedido en el pasado, porque si no, corremos el riesgo de no aprender de nuestros propios errores; y quizás, por lo que es más importante, porque ése es el único seguro que podemos contratar para ser coherentes en la vida. Bien sabido es que no siempre recibimos aquello que nos merecemos; sino, a menudo, solo aquello que se nos asemeja…

Ayer, luego de concluido el vuelo, veníamos conversando con mi amigo Randall en el transporte de las tripulaciones. Él es un hombre enorme, de casi dos metros de estatura; no sé cómo le hace para que le calcen los controles de vuelo! Pero, a pesar de su tamaño, es sólo un niño inmenso; y, como los niños, tiene también un corazón inmenso, que suele latir con el ritmo inconfundible que tiene la energía de los niños y ésa, su infantil ilusión. De improviso, como si hubiéramos estado hablando de nuestro probable, próximo e inminente retiro, me comentó: “¿Cómo es posible que te reduzcan el sueldo, cuando te renuevan tu contrato para que vueles después de los sesenta? ¿No se supone que es cuando más maduro eres y cuando tienes tanta experiencia, que eso pasaría a ser una ventaja, más allá de una simple y mera compensación?”.

“No olvides que es una trampa que nosotros mismo la tendimos”, le contesté. “¿A qué es lo que te refieres?”, con curiosidad me insistió. “Lo que sucede -le respondí a mi contemporáneo y compañero- es que cuando nosotros mismos fuimos jóvenes, nunca pensamos en que también un día llegaríamos a viejos; y entonces empujábamos el retiro de nuestros mayores, animados por el transitorio entusiasmo de querer nosotros mismos avanzar y conseguir nuestra propia promoción”. “Pero, pasado el tiempo -proseguí- fueron las empresas las que se aprovecharon de nuestra cándida intención; porque los pilotos viejos, aquellos que ostentaban su bagaje de experiencia, eran los más costosos para las empresas, dada su escala salarial. Y, claro, ni cortos ni perezosos, los empresarios vieron, en ello, una situación ventajosa, para así reducir sus costos y hacer recortes en sus presupuestos. A ellos, de acuerdo a lo que he escuchado en esos medios, solo les interesaba que alguien lleve un avión del punto A al punto B”…

“No sabes cuanta razón tienes!”, me contestó. “La verdad es que nunca me había puesto a pensar en ello”. Entonces regresando a mirar a un avión que se acercaba desde la distancia, se quedó mirando fuera de la ventana; y con un dejo de pena y de nostalgia, me comentó: “Da mucha pena saber que esos avioncitos van a seguir volando; y que tú ya nunca más podrás hacerlo, porque pasaste a tener de golpe el estigma de ya ser un hombre viejo”… Unas nubes oscuras y bajas empezaron entonces a dar un marco al reconocimiento de su nostalgia; y, como queriendo cambiar de tema, regresó a mirarme y prosiguió: “¿Sabes qué? A nadie le he oído decir nunca que era lindo convertirse en viejo!”...

“Sí”, le contesté. Fue entonces que me acordé de la letrita de la canción, la de la insulsa melodía de nuestros días de cha cha chá y vacilón. Comprendí que, en contra de la letra de aquella melodía, a veces es mejor ir a sacarse de una vez la muela, aunque ello nos mate de dolor! Esto, porque la única manera de terminar con un dolor persistente que nos atormenta, es optar por quitarse el origen de la dolencia de una vez…

Que quién me lo dijo? Pues…

Me lo dijo Adela, me lo dijo Adela 

Me lo dijo Adela, me lo dijo Adela

Porque dicen que anoche la vieron,
con un tremendo vacilón!

Trala lará tralará!!! (bis)

Shanghai, 30 de mayo de 2011
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