02 enero 2013

Vísperas en ninguna parte

Son las diez de la mañana del último día del año en Quito, cuando una azafata de porte tan autoritario como altanero se instala en el pasillo y nos ofrece su mal aprendida e irresponsable homilía. Le interesa asegurarse que no estamos en desacuerdo de operar nosotros mismos las puertas de salida contiguas al ala “en el improbable caso de que se presente una emergencia”. Me cuesta no dejar de meditar en esta absurda política que se ha empezado a implementar en ciertas aerolíneas. Cómo no caer en cuenta que se ha optado por poner en las manos de pasajeros sin ninguna clase de experiencia un procedimiento que, para realizarlo, requiere que sean entrenados una y otra vez sus propios tripulantes!

Alguien, carente de sensatez y con poco sentido común, ha pasado por alto que el proceso satisfactorio y exitoso de una eventual evacuación, requiere algo más que la contingencia de abrir, en caso de apuro, una puerta en los aviones. Cómo entender que, por aprovechar un mínimo de espacio, se ha prescindido del personal idóneo que sepa orientar y asistir en esta poco común, pero “probable” situación: quizás la más importante razón para que en los aviones de transporte público sea exigido un número mínimo de tripulantes. Alguien, con mucho interés por la eficiencia financiera y sin ninguno por la manoseada seguridad, ha despreciado en forma cínica la razón primigenia para que, con objeto de acceder a su certificación, se hayan instalado tales salidas en los aviones comerciales…

A la misma hora, vale decir que en esos mismos instantes, son ya las dos de la mañana en el que será nuestro destino final. Allá en Sydney, dos horas atrás, se ha festejado ya el advenimiento del año 2013. Durante las siguientes veintidós horas el mundo ha de celebrar con serpentinas y fuegos de artificio; con ruido, banquetes y champaña; con “pompa y circunstancia”, el tradicional y milenario convencionalismo. Talvez solo unos pocos se han puesto a meditar que la vida, ciertamente, es algo más que solo pompa; pero que la vida, también, es algo que tampoco puede prescindir de la circunstancia… Celebrar es parte de la vida!

Llego al aeropuerto de Los Ángeles cuando los relojes del terminal marcan ya las diez de la noche. Por un instante no caigo en cuenta, en parte por la realidad local y en parte por el acostumbrado ajetreo, que ya se han decretado las doce en nuestro lugar de origen, a una hora que ya se hace inminente el embarque para un tramo final que habrá de transportarnos hasta el otro lado del mar interminable.

Por todo esto, no he tenido tiempo -esta vez- para despedir al año que se fue; y ni siquiera para darle mi bienvenida al año nuevo… Para colmo, el cambio en la cronografía ha acontecido mientras estuve en medio de ese viaje transoceánico y en condiciones en que, debido al cruce de los meridianos, habría de sucederme la caprichosa circunstancia de que al despertar del nuevo día me habría de topar con la surrealista realidad de que, cual si se tratase de un prodigioso sortilegio, se me había esfumado para siempre todo un día completo del calendario…

He llegado ya a esa isla descomunal y sorprendente que es Australia… Estoy ya más allá del mar, más allá de la espera y más allá del horizonte! Me encuentro -como dice aquí la gente- en “down under”. Estoy ya “abajo y por debajo”. Me encuentro, una vez más, en esta patria privilegiada que es Nueva Gales del Sur.

He vuelto a Sydney, he vuelto al sur! Viene a mi memoria la letra del tango de Astor Piazzolla, y decido abandonarme al ritmo intransigente de su callado bandoneón:

Vuelvo al Sur, como se vuelve siempre al amor;
Vuelvo a vos, con mi deseo con mi temor;
Quiero al Sur: su buena gente, su dignidad;
Siento el Sur, como tu cuerpo en la intimidad;
Vuelvo al Sur! Llevo el Sur! Te quiero Sur! Te quiero…

Sydney, Australia, 2 de enero de 2013
Share/Bookmark

1 comentario: